He tenido un sueño recurrente. Subo por escaleras mecánicas de longitud infinita, subo hacia ninguna parte, colgando en el vacío, comiendo pistachos que van apareciendo, más y más, de un saco sucio que tengo a mi lado. Al morderlos algo raro ocurre. Un fluido invade mi boca, sangre, su sabor es inconfundible, hierro, como si lamiera insistentemente mi cuchillo tras una cacería. Cuando parece que me voy a abandonar a la locura me hago insignificantemente fina, como papel de fumar, y caigo por el hueco final de las escaleras, caigo, hasta darme de bruces con el suelo de este barco.
Desconozco las veces que he tenido este sueño, pero una cosa es clara, me ha producido una especie de amnesia retrógrada, por esto me ha costado tanto encontrar de nuevo esta sala que permite mi desahogo. He deambulado desesperadamente para salvar mi alma. No habré dormido unos días, pero sé que no soy producto de tu imaginación, yo podría haberte curado.
Aunque ya no cuento los días, mi cuchillo me acompaña, fiel. Sigo teniendo miedo, tal vez no seas un enemigo, tal vez juntos sería más fácil encontrar algún rumbo. Tal vez sea yo mi peor enemiga...
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